Después de una primera parte sobre la hipertensión y el ejercicio físico, creo conveniente realizar una segunda parte para incidir más en los beneficios de la actividad física si la comparamos con el tratamiento medicamentoso.

La prevalencia de hipertensión aumenta con la edad, y es mayor en hombres que en mujeres, y en negros que en blancos. Se puede clasificar como primaria, de causa desconocida, o secundaria, la cual es causada por trastornos que si podemos identificar (ACSM 2003).

La obesidad es el principal factor de riesgo de la hipertensión, representando el 20-30% de los casos, sobre todo cuando hay un factor muy importante, localización de grasa visceral. Otros factores son: la ingesta de sodio, o el consumo de alcohol.

Las personas sedentarias presentan un 30% más de probabilidades de desarrollar hipertensión.

En diferentes estudios el realizar ejercicio físico hace que la reducción de la presión arterial se vea beneficiada, sobre todo cuando el entrenamiento tiene una duración de más de 2 meses, en donde se hace más evidente.

Al reducir la presión arterial, estamos consiguiendo paralelamente otros beneficios, como la disminución del peso corporal, la resistencia a la insulina, el abandono del tabaquismo, control del estrés. Así mismo, conseguiremos aumentar nuestra capacidad funcional, reduciendo la demanda miocárdica de oxígeno, reduciendo la presión sistólica y diastólica, y altera favorablemente el metabolismo de lípidos y carbohidratos, consiguiendo con todos ellos un mayor rendimiento físico.

Los beneficios del ejercicio físico en hipertensos, se pueden clasificar de la siguiente forma:

  • Inmediatos: Los cuales se producen en las 24-72 horas después de realizar ejercicio, en donde podemos observar una ligera reducción en los niveles de presión arterial, expansión del volumen plasmático, mejora de la función endotelial, y el aumento de la sensibilidad a la insulina.
  • Crónicos: Los cuales se producen cuando ya tenemos una base de entrenamiento, con una frecuencia y regularidad en nuestras sesiones. Los cambios fisiológicos que se pueden identificar son: Adaptación de la bradicardia relativa de reposo, hipertrofia ventricular izquierda y aumento del consumo de oxígeno.

Inmediatamente después de realizar ejercicio físico, se observa un cambio significativo (disminución de la presión arterial) tanto en individuos hipertensos como en normotensos, lo cual puede ser beneficioso para controlar la presión arterial, especialmente en pacientes hipertensos. Esta disminución de la presión arterial, se prolonga el tiempo dependiendo de varios factores: tipo de ejercicio, duración, e intensidad del mismo.

En la actualidad no hay consenso sobre la intensidad de ejercicio que se debe aplicar, pero podemos decir que donde hay mayores evidencias es entre un 30%, 50% y 80% de la frecuencia cardíaca de reserva. Con lo cual podemos llegar a la conclusión, de que alternar intensidades variadas, entre el 50 y el 80% de la FCR, da lugar a valores más bajos de la presión arterial durante las 24 horas siguientes a la práctica del ejercicio, si tenemos en cuenta valores obtenidos en el ejercicio a intensidad constante.  (Cunha et al., 2006)

El ejercicio aeróbico de resistencia, tiene un gran beneficio sobre el metabolismo basal, el cual representa el 60-70% del gasto total de energía diaria (energía que consume nuestro cuerpo en su funcionamiento y rutina diaria), al realizar ejercicio aeróbico estamos consiguiendo que nuestro metabolismo basal aumente, con lo cual aún sin hacer ejercicio quemaremos diariamente más calorías, consiguiendo perder peso, y paralelamente reducir el riesgo de desarrollar hipertensión y otras enfermedades. Así mismo este tipo de ejercicio hará que las fibras cardiacas se hipertrofien, aumentando el tamaño del corazón y mejorando la contracción del mismo, con lo cual la frecuencia cardiaca en reposo (bradicardia) disminuirá, contribuyendo a una caída de la presión arterial y mejorando la eficiencia del sistema circulatorio.

La ACSM recomienda actualmente realizar ejercicio aeróbico moderado durante al menos 30 minutos diarios durante 5  días a la semana, o ejercicio aeróbico vigoroso durante 20 minutos 3 veces a la semana. Eso si, antes de comenzar cualquier programa de ejercicios hazte un análisis biomecánico (pre-evaluación), ya que si presentas sobrepeso  u obesidad, además de la hipertensión, el realizar alguna práctica deportiva puede ser perjudicial consiguiendo que caigas en una lesión, que te apartará del entrenamiento.

Para realizar el ejercicio a la intensidad adecuada, debemos saber cual es la frecuencia cardíaca que debo llevar (45-75% de la frecuencia cardiaca máxima), con cualquiera de las siguientes fórmulas indirectas:

FCmax = 205.8 – (0.685 * edad en años)

FCmax = 206.3 – (0.771 * edad en años)

FCmax = 217 – (0.85 * edad en años)

FCmax = 208 – (0.7 * edad en años)

El resultado será la frecuencia cardíaca máxima que puedes tener, por ejemplo, una persona de 30 años:

205.8 – (0.685 * 30)=  185 (FC máxima)

Si nos interesa realizar una actividad aeróbica a intervalos de 50% y del 75%, la frecuencia cardíaca que debemos llevar será: 92 lat/min (50%) y 138 lat/min (75%)

Esta formula es estimativa, puede dar lugar a error, si queremos calcular fiablemente nuestra frecuencia cardíaca máxima lo mejor es hacer un test de esfuerzo, o un test de conconi.

Bibliografía:

Imagen 1 | hotel-waldhof Imagen 2 | voyagetobetterment

«La hipertensión arterial» saludydeporte.consumer.es

«Ejercicios para hipertensos» efdeportes.com/

«Prescripción de ejercicio en pacientes con hipertensión arterial» scielo.sa.cr

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