Comportamientos sexuales de riesgo entre estudiantes universitarios es un problema serio en expansión. Sexo casual y el “salir a ligar” es una práctica común en la etapa universitaria. Ya que, un porcentaje significativo de la población está implicado en prácticas de riesgo, o lo que es lo mismo sexo inseguro, consumo de drogas y alcohol antes o durante la actividad sexual, sexo con múltiples parejas o el no uso de preservativo. Siendo este último, el factor más preocupante por el hecho de la Transmisión de Enfermedades Infecciosas o embarazos no deseados. En 2001, un estudio estableció que los porcentajes de embarazos no deseados fueron mayores entre mujeres de 18-19 años y 20-24 que en otros grupos. En otro estudio en Estados Unidos, se describió que el 48.3% de estudiantes cursando carreras de 2 años y el 24% de estudiantes realizando cursos de cuatro años declararon estar embarazadas o haber estado con alguien embarazada.
En un estudio descriptivo en la Universidad de Alicante se estableció que la edad de inicio de las relaciones sexuales coitales fue de 17,8 años y que las prácticas sexuales más frecuentes fueron el coito vaginal y el sexo oral, pero lo mas importante es que cerca del 30% utilizó la píldora del día después. Sin embargo y en general, las chicas suelen ser más reacias a las prácticas sexuales sin condón.
Un dato muy significativo es que en 2004, alrededor de 4900 personas de entre 13 y 24 años recibieron el diagnostico de VIH, representando el 13% de la población infectada en aquel año (Center for Disease Control and prevention). Lo que está directamente relacionado con prácticas sexuales de riesgo.
En otro artículo se estableció que los jóvenes europeos más asiduos a bares y discotecas nocturnos recurren al alcohol como aliado para encontrar un compañero sexual. Siendo La cocaína y el cannabis, las sustancias más comunes para prolongar la excitación. Así pues un tercio de los varones y una cuarta parte de las mujeres, por ejemplo, confesaron utilizar el alcohol para iniciar el contacto con una posible pareja sexual y facilitar el acercamiento. Mientras que para mantener el coito y prolongar la excitación sexual, una vez metidos en faena, recurren preferiblemente al cannabis, la cocaína o el éxtasis.
A pesar de todos estos datos, debemos referirnos a esos estudios que demuestran que los hábitos sexuales no se ven alterados significativamente durante la etapa universitaria. Es decir, que los prácticas relacionadas con la protección o no de Enfermedades de Transmisión Sexual y embarazos, son asimiladas con anterioridad a la etapa universitaria. Sin embargo, otro tipo de prácticas si se ven altamente modificadas, como los hábitos alimenticios o la práctica deportiva. En relación al nivel de ejercicio físico, un 66,37% modifica su nivel de actividad física, normalmente disminuyéndola, una vez empezada la universidad y sólo un 33,6% de las personas mantiene su nivel de práctica.
Si hablamos de un vínculo entre la práctica deportiva y los comportamientos sexuales de riesgo, hay estudios que establecen que el deporte actúa como un factor protector ante este tipo de comportamientos. Dos organizaciones americanas, el Centro para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) y el Youth Risk Behavior Vigilancia (YRBS) hicieron un estudio comparativo entre una muestra de adolescentes no atletas (N = 7839) con un grupo de atletas femeninas de alto grado de rendimiento (N = 141 ) con respecto a las conductas de riesgo en ocho factores relacionados con la actividad sexual (Nunca tuvo relaciones sexuales, la edad de la primera relación sexual, número de parejas sexuales durante su vida, la actividad sexual actual, el uso del condón, el uso de la píldora anticonceptiva, contraer una enfermedad de transmisión sexual (ETS), y la incidencia de alcohol o drogas antes de la actividad sexual más reciente. Se demostró que, con excepción de los factores relacionados con el consumo de alcohol o drogas antes de la actividad sexual más reciente, y el uso de píldoras anticonceptivas, los otros seis comportamientos fueron significativamente diferentes entre atletas y no atletas. Así pues, y a excepción de contraer una ETS, los no-atletas declararon tomar parte en relaciones sexuales de riesgo con más frecuencia que los atletas de alto rendimiento y además, eran más propensos a ser sexualmente mas activos que los atletas de alto rendimiento (50% vs 21%). Entre estos últimos se halló una diferencia significativa en relación al factor “actividad sexual”, entre los distintos cursos universitarios (de primer a cuarto año), siendo los estudiantes de segundo y cuarto año quien presenta mayores niveles de actividad sexual. Lo que sugiere que la participación en una actividad deportiva de alto rendimiento se asocia positivamente con la reducción de algunos riesgos sexuales que los comportamientos de las adolescentes.
Sin embargo, haciendo una comparación de género entre atletas, una investigación llevada a cabo en Norte América establece que existen diferencias significativas entre deportistas sexualmente activos durante el año anterior al que se realizó la encuesta. Así pues, los hombres declararon una frecuencia mayor de prácticas sexuales sin protección (el 10.2 %) y múltiples compañeros sexuales (el 14.6 %) que las mujeres (el 7.9 % y el 9.3 %, respectivamente). Además, si relacionamos este tipo de actividades sexuales de riesgo con el consumo de niveles elevados de alcohol la frecuencia de prácticas de riesgo fue dos veces mayor, tanto para hombres como para mujeres deportistas.
Esta conclusión anterior puede ser explicada con un estudio en el que se relacionan las prácticas sexuales de riesgo con la búsqueda de sensaciones extremas. Así datos recogidos en 166 atletas por un estudio de Massey University, en Nueva Zelanda, relacionan el factor Busqueda Impulsiva de Sensaciones (ImpSS) de alto y bajo riesgo, con diferentes deportes. Según las escalas administradas a los deportistas, masculinos y femeninos, de ocho disciplinas diferentes (ala delta, alpinismo, paracaidismo, automovilismo, natación, atletismo-maratón, aerobic y gol), la búsqueda de sensaciones de riesgo esta estrechamente relacionada con el nivel de riesgo del deporte (alto o bajo riesgo). A pesar de que no se establece ningún tipo de diferencia significativa en cuanto a actitudes impulsivas entre los participantes.
Sin embargo no se puede concluir con ninguna afirmación, ya que esta área de estudio ha sido muy poco investigada, por lo que se necesitan más proyectos que traten de explicar cualquier tipo de relación entre la práctica deportiva y comportamientos sexuales de riesgo, especialmente entre gente joven.
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