El sistema inmunológico se encarga de protegernos frente a innumerables agentes patógenos: microorganismos infecciosos, bacterias, virus, hongos o también parásitos. De este modo, es un sistema cuyo principal objetivo es alejarnos de cualquier enfermedad, impiendo que estas nos afecten.
Este sistema inmune se distribuye por todo nuestro organismo y está formado por los glóbulos blancos de la sangre, llamados leucocitos. Estos se dividen en granulocitos (aprox. 70%), fagocitos, o también manocitos/ macrocitos (sobre el 10 %) y linfocitos (alrededor del 20 %).
Todas estas células luchan conjuntamente contra todos esos agentes que nombramos en un principio. Por lo tanto, su capacidad para defenderse va a determinar nuestra salud y enfermedad.
Los factores que van a tener una gran influencia sobre nuestras defensas, son los siguientes:
– Factores endógenos:
- Resistencia genética: muchas personas muestran una predisposición innata a padecer mayor número de enfermedades,esto se debe a un deficiente desarrollo de sus sistema inmunológico por motivos genéticos.
- Edad: A medida que nos hacemos mayores, nuestras defensas así como la capacidad de adaptación disminuyen.
- Asimilación individual del estrés: referido a la precepción subjetiva de los esfuerzos cotidianos.
– Factores exógenos:
- Presión del entorno: las influencias del entorno como son los niveles excesivos de ozono, polvo, ruído o contaminación pueden reducir nuestra capacidad de defensa.
- Alimentación: una alimentación deficiente en vitaminas, poco variada y/o muy restrictiva.
- Cargas sociales: problemas familiares, de trabajo, etc.
- Esfuerzos psíquicos: situaciones que provocan un gran estrés difícil de superar, como por ejemplo grandes miedos, episodios traumáticos, etc.
- Esfuerzos físicos: relacionado con prácticas que requieren un gran requerimiento físico, llevando al cuerpo al límite pudiéndose producir un debilitamiento del sistema inmunológcico, esto es característico del deporte de alto nivel. Decir que este problema constituye la segunda causa de baja por detrás delas lesiones del aparato locomotor. Destacan las infecciones leves respiratorias, del tracto urogenital (orina) o del sistema digestivo.
EVIDENCIA CIENTÍFICA
Dicho esto, en relación con el ejercicio físico, ¿como afecta la práctica de actividad física sobre nuestro sistema inmunológico? Para responder a esta pregunta vamos a ver que dice la evidencia científica al respecto.
Roy J. Shephard et al. (1994) afirman que el ejercicio hasta el agotamiento provoca cambios adversos en muchos parámetros del sistema inmune, particularmente si la actividad física va acompañada de tensión psicológica o ambiental. Por lo tanto, un entrenamiento moderado, debidamente programado, reduce las reacciones adversas asociadas inicialmente en comparación con el ejercicio muy intenso. Por otro lado, se observa un aumento en ciertos parámetros (interleucinas) del sistema inmunológico en individuos entrenados. Sin embargo, el entrenamiento excesivo, una nutrición deficiente y / o daño muscular tienen consecuencias adversas, tanto para la producción de interleucinas y la respuesta del sistema inmune a las citoquinas.
Woods J.A. et al. (1999) nos explican que los efectos del ejercicio sobre el número, las funciones y las características de las células del sistema inmune (innato) son complejos y además influyen diversos factores, tales como: las funciones/ características de las células que se analizan, la intensidad, la duración y la frecuencia de ejercicio, el momento de la medición en relación con la sesión de ejercicio, entre otros. Por lo tanto, concluyen que son necesarios más estudios para determinar las consecuencias de los cambios inducidos por el ejercicio en el sistema inmune. Además de esto, aún está por resolver cuales son los mecanismos en cuanto a cómo el ejercicio altera este sistema.
En el estudio realizado por David C. et al. (1999), a pesar de que se han observado cambios significativos en el nivel y la actividad funcional de los parámetros inmunológicos de los atletas, no ha sido posible vincular éstos a una mayor incidencia de infección y/o enfermedad.
Tras un esfuerzo físico prolongado, se producen modificaciones en el sistema inmunológico. Durante este “estado inmunológico alterado” (que puede durar entre 3 y 72 horas), virus y bacterias pueden tener el camino más fácil, aumentando el riesgo de infección. Sin embargo, es necesario demostrar que los atletas que muestran la más extrema inmunosupresión después del ejercicio son los que contraen una infección durante las siguientes 1-2 semanas.
Se han medido en atletas de resistencia la influencia de los suplementos nutricionales, principalmente zinc, vitamina C, glutamina y carbohidratos, sobre la respuesta inmune aguda al ejercicio prolongado. La vitamina C y la glutamina han recibido mucha atención, pero los datos hasta el momento no son concluyentes. Sin embargo, los resultados más impresionantes se han reportado en los estudios de suplementación con carbohidratos. Esta ha sido asociada con mayores niveles plasmáticos de glucosa, una disminución del cortisol y una estimulación de la hormona del crecimiento, un menor número de perturbaciones en el recuento de células sanguíneas inmunitarias, una reducción de granulocitos y monocitos, y una disminución de citoquinas pro-y anti-inflamatoria. Queda por demostrar si la administración de suplementos de hidratos de carbono disminuye la frecuencia de las infecciones en el período de recuperación después del ejercicio vigoroso.
En relación con la práctica de ejercicio moderado y su efecto sobre el sistema inmune, se ha demostrado que caminar a paso ligero diariamente durante un periodo de 15 días, en comparación con la inactividad, redujo el número de infecciones y enfermedades, aunque no se observaron cambios sobre el sistema inmunológico. Estos efectos positivos, están probablemente relacionados con un efecto sumatorio de los cambios positivos agudos que se producen durante cada sesión de ejercicio. A pesar de esto, es necesario seguir investigando para obtener datos claros y concisos sobre la mejora del sistema inmune.
En el estudio llevado a cabo por Rowbottom y Green (2000), estos concluyen que durante e inmediatamente después del ejercicio, el número total de glóbulos blancos de la sangre aumenta, de tal manera que la proporción de leucocitos se ve afectada. Se empieza a poner en duda el supuesto de que el ejercicio intenso tiene un efecto inmunodepresor.
B. Klarlund Pedersen y L. Hoffman-Goetz (2000) afirman que el ejercicio tiene importantes efectos moduladores sobre la dinámica de inmunocitos y, posiblemente, sobre la función inmunológica. Estos efectos están mediados por diversos factores, entre ellos la liberación inducida por el ejercicio de las citoquinas proinflamatorias, las hormonas del estrés clásicos y efectos hemodinámicos que conducen a la redistribución de la célula. Concluyen que se debe seguir investigando para conocer los verdaderos efectos.
B. K. Pedersen (2008) concluye que la alteración inmunológica inducida por el ejercicio se produce debido a la alteración en la composición de las células que se ven involucradas, así como debido a la activación del sistema inmune; además, como resultado de la práctica de ejercicio físico moderado, el sistema inmunológico se ve reforzado, mientras que el ejercicio intenso provoca una inmunodepresión tras su realización.
CONCLUSIONES
Teniendo en cuenta lo que nos dice la literatura científica, está claro que es necesario seguir investigando para obtener datos concluyentes que afirmen de forma clara y concisa si el ejercicio puede reportar modificaciones beneficiosas sobre el sistema inmunológico. Además de esto, es necesario resolver si el ejercicio de carácter intenso puede suponer mayores riesgos de cara a posibles infecciones y/o enfermedades.
A parte de esto, a pesar de no obtener datos concluyentes, podemos afirmar que la práctica de ejercicio físico a intensidad moderada como caminar, correr, nadar… presentan grandes beneficios sobre nuestro sistema inmunológico (el cual se ve reforzado) y salud en general.
BIBLIOGRAFÍA
[spoiler]Weineck J. (2000). “Salud, ejercicio y deporte”. Ed. Paidotribo.
Rowbottom D.G., Green K.J. (2000). “Acute exercise effects on the immune system.”Rev. Medicine and Science in Sports and Exercise [32(7 Suppl):S396-405]. School of Human Movement Studies, Queensland University of Technology, Brisbane, Australia.
Klarlund Pedersen B., Hoffman-Goetz L. (2000). “Exercise and the Immune System: Regulation, Integration, and Adaptation”. Physiological Reviews Vol. 80no. 1055-1081.
Woods J.A., Davis J.M., Smith J.A., Nieman D.C. (1999). “Exercise and cellular innate immune function.” Medicine and Science in Sports and Exercise [31(1):57-66]. Department of Kinesiology, University of Illinois at Urbana/Champaign, Urbana 61801, USA.
David C., Nieman, Klarlund Pedersen B., Date C. (1999). “Exercise and Immune Function.” Journal Sports Medicine, Volume 27, Issue 2 , pp 73-80.
Shephard R., Rhind S., Shek P., Date C. (1994). “Exercise and the Immune System.” Sports Medicine. Volume 18, Issue 5 , pp 340-369.
B. K. Pedersen. (2008). “Influence of Physical Activity on the Cellular Immune System: Mechanisms of Action.” Department of Infectious Diseases, Rigshospitalet M 7721, Copenhagen.
Shephard R. (1994).Actividad Física y Sistema Inmunológico. Proceedings. Resúmenes del 3er Simposio Internacional de Actualización en Ciencias Aplicadas al Deporte.
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