La fibromialgia (FM) se define como una enfermedad neurológica caracterizada por una hipersensibilización del sistema central nociceptivo (Collado & Conesa, 2009) que disminuye el umbral de dolor, generando dolor musculoesquelético generalizado. Está acompañado de síntomas como la fatiga, depresión, disfunción cognitiva o insomnio, y que afecta mayoritariamente a las mujeres. Se considera un síndrome relacionado con el estrés al que se somete el sistema nervioso autonómico (SNA), el eje hipotalámicopituitario-suprarrenal (HPA) y el sistema inmunitario (DA & DJ, 2009).

El principal problema de la FM es el gran abanico de síntomas que presenta, haciendo muy difícil su diagnóstico, por ello, se debe llevar a cabo un exhausto examen físico y un correcto seguimiento de la sintomatología, ya que muchas manifestaciones pueden surgir a causa de otras enfermedades, las cuales se deben descartar para establecer un diagnóstico acertado. Una vez se ha ratificado el diagnóstico de esta enfermedad crónica, que no degenerativa, nos preguntamos, ¿y ahora qué?

Pues bien, todavía no existe un tratamiento farmacológico que aborde esta enfermedad, dado que el dolor no surge directamente en los sistemas inflamatorios, por lo tanto, éste no responde a los analgésicos ni a los antiinflamatorios no esteroideos, sin embargo, existe un tratamiento que muestra notables mejoras en la mayoría de los perfiles de pacientes con FM; el ejercicio físico. Ellingson et al. (2016) sugieren una relación entre la actividad física y una estimulación de las regiones cerebrales relacionadas con la inhibición del dolor que puede resultar realmente conveniente como medio para apaciguar los síntomas de esta enfermedad. Sañudo et al. (2010) apunta que un porcentaje muy alto de los pacientes tiene una capacidad física por debajo de la media poblacional, derivada principalmente por las limitaciones que los síntomas provocan en su actividad diaria, deteriorando notablemente su calidad de vida, por ello, la exposición al ejercicio físico debe ser gradual e individualizada (Fink et all. 2017).

Como hemos podido observar, no todos los pacientes con FM presentan el mismo perfil, así pues, las sesiones deben estar diseñadas para responder ante el cuadro sintomático y experiencias previas de cada sujeto, con el objetivo de ganar adherencia al programa y que los beneficios que les aporte el ejercicio físico se prolongue a lo largo de su vida. Conseguir que el paciente muestre gusto por la actividad física es de gran importancia porque una exposición al ejercicio insuficiente podría no generar todos los beneficios esperados, así lo evaluaron Santos et al. (2019) en los efectos de un programa de ejercicio físico a largo plazo en pacientes de FM, donde dividieron la muestra en 2 grupos, uno formado por 24 mujeres, el grupo activo, y otro por 16 mujeres que conformaron el grupo de control. A lo largo de 9 años, el grupo activo llevó a cabo dos sesiones semanales de ejercicio físico, dando como resultado una notable mejoría en la calidad de vida, derivada de una  mejora en cuanto a los síntomas, el alivio del dolor  y la condición física. Recientemente Boderé et al. (2020) han ido más lejos con otro estudio sobre los efectos del ejercicio físico en pacientes de FM a largo plazo. La muestra se dividió en 3 grupos, un grupo pasivo, que no llegó a completar el programa, un grupo semi-activo, donde las mujeres llevaban a cabo entrenamientos de baja intensidad y un grupo activo, donde se emplearon entrenamientos continuos de intensidad moderada y entrenamientos interválicos de alta intensidad. Los resultados evidenciaron una mejora de los síntomas, tanto físicos como psicológicos en el grupo activo y semi-activo, pero despunta las mejoras del grupo activo en comparación a los otros grupos, destacando el HIIT como elemento de entrenamiento.

El ejercicio físico ha mostrado beneficios en la lucha contra los síntomas de la FM en todas sus variantes. El trabajo de fuerza bajo una intensidad moderada/moderada-alta ha revertido en mejoras a nivel de funcionalidad, sensibilidad y dolor, sin embargo y en referencia a este último síntoma, el trabajo aeróbico ha mostrado mejores resultados, por eso Illieva e Illieva insinúan en 2020 que un trabajo mixto, incluyendo la flexibilidad en programación, puede ser una intervención muy interesante y fructífera frente a la FM.
El trabajo de flexibilidad, a pesar de mostrar menores beneficios en comparación con un programa de fuerza de baja intensidad (Busch et al. 2014) no debe olvidarse en las planificaciones, ya que el principal objetivo, como ha sido mencionado previamente, es buscar y construir la fórmula que mejor se adapte a cada paciente, y para ello deben probar las diferentes posibilidades que presenta el ejercicio físico.

Así pues, en cuanto a la planificación de las sesiones, es importante tener en cuenta que en el trabajo de fuerza las cargas deben seguir una progresión lenta, donde el paciente se encuentre cómodo y seguro, evitando ejercicios de carga máxima o altas velocidades sin una exposición gradual al ejercicio y eludir trabajar los días de crisis aguada de dolor. En cuanto al trabajo aeróbico, es interesante la educación del paciente a la hora de regular la intensidad del ejercicio, para ello es muy interesante el uso del RPE y el control de la intensidad a través de la FC, ya que no es recomendable, sobre todo al inicio de la progresión, superar el 80% de la FCmáx.

Aunque el ejercicio físico, como hemos podido ver, genera efectos muy positivos que en personas con FM , no debemos olvidar que es una enfermedad que afecta y se ve afectada por muchas variantes, por ello, un buen tratamiento no farmacológico debe estar guiado no solo por educadores físicos, sino que también por dietistas-nutricionista, quienes los guíen en sus hábitos alimentarios (ya que determinados alimentos pueden favorecer procesos inflamatorios del organismo, acentuando los brotes y síntomas de la enfermedad) y psicólogos, que los ayuden en la gestión emocional y salud mental, con el objetivo de ayudar a gestionar las emociones que la FM genera en cada paciente.

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Resumen en Diapositivas:

Bibliografía:

Bodére, C., Cabon, M., Woda, A., Giroux-Metges, M.-A., Bodéré, Y., Saliou, P., . . .

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Busch, A. J., Webber, S. C., Richards, R. S., Bidone, J., Schachter, C. L., Schafer, L. A., . . . Overend, T. J. (2014). Resistance exercise training for fibromyalgia. Cochrane Database Syst REv, 28(10).

Campos, M. A., Párraga-Montilla, J. A., Aragón-Vela, J., & Latorre-Román, P. A. (2019). Effects of functional training program in patients with fibromialgya: A 9-year prospective longitudinal cohort study. Scandinavian Journal of Medicine and Science in Sport.

Collado, A., & Conesa, A. (2009). Tratamiento farmacológico de la fibromialgia: hacia la neuromodulación química. Reumatología clínica, 27-31.

DA, W., & DJ, C. (2009). Underdtanding fibromyalgia: lessons from the broader pain reserch community. J Pain, 777-791.

Ellingson, L. D., Stegner, A. J., Schwabacher, I. J., Koltyn, K. F., & B, C. D. (2016). Exercise Strengthens Central Nervous System Modulation of Pain in Fibromyalgia. Brain sciences.

Fink, L., DNP, FNP-BC, Lewis, D., EdD, & FNP. (2017). Exercise as a Treatment for Fibromyalgia: A scoping Reviw. JNP.

Illieva, E., & Illieva, A. (2020). What is the effect of mixed exercise training for adults with fibromyalgia? A Cochrane Review summary with commentary. Rheumatic Diseases, 1-

Sañudo, B., Galiano, D., Carrasco, L., & Hoyo, M. d. (2010). Evidencia para la prescricpión de ejercicio físco en pacientes con fibromialgia. Revista Andaluza de Medicina del Deporte, 459-169.

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